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La campaña 20/21, entre las plagas y la falta de agua

Con la cosecha gruesa a pleno y en un contexto de persistente variabilidad climática, los profesionales que trabajan en campos del centro sur provincial ya pueden sacar algunas conclusiones sobre lo que deja la campaña 20/21, marcada más que nada por la sequía, pero también por la irrupción de algunas plagas más agresivas que en años anteriores.  

Tanto el trigo en invierno como la soja y el maíz durante el verano atravesaron situaciones de estrés hídricos característicos de un año Niña, aunque con realidades bastante diferenciadas según la zona y las fechas de siembra. Las plagas también dijeron presente con variada intensidad, muchas de ellas asociadas a la propia condición climática.

Así lo explicaron Esteban Dalmagro (Mat. 82-2-1445), ingeniero agrónomo que trabaja como asesor particular en la zona de Armstrong y su colega Franco Petrelli (Mat. 82-4-0573), cuya labor principal es en la zona de San Gregorio, en el sur de Santa Fe.

Petrelli, que forma parte del equipo de asesores de la firma Agroconsultor, lo resumió de la siguiente manera: “las campañas nunca son iguales y por eso la clave es el monitoreo profesional de los lotes. Todas las situaciones son distintas y esta campaña no escapa a esa regla”.

El Trigo, entre la seca y el trip

Ing. Agr. Esteban Dalmagro

Los cultivos de invierno padecieron la falta de agua durante largos meses. “La condición climática ha estado afectando toda la campaña ya desde el invierno y en relación a las plagas en trigo tuvimos una especie de novedad que no se veía desde hacía bastante, el trip”, señaló Dalmagro, quien desde que se recibió en 2014 en la facultad de Agrarias de la UNR realiza asesoramientos de forma particular en varias localidades del sudoeste provincial.

Se trata, según explicó, de insectos muy pequeñitos que comenzaron a verse desde septiembre en hoja y luego, en la medida que las plantas fueron espigando, en la propia espiga. “Estábamos desconcertados porque es una plaga que no veníamos viendo, averiguamos con el Inta de Oliveros e hicimos controles y aplicaciones”.

Se trata de un insecto que roe los tejidos vegetales y succiona la savia cuando logra introducirse en el grano, que en situaciones graves puede abortarse o quedar chuzo o abollado. 

Al trip se le sumó una situación climática que no ayudó y que osciló entre la falta de precipitaciones, las heladas tardías y los golpes de calor. “Lo que pasó no fue algo habitual, desde mayo hasta septiembre no hubo ni un aporte de lluvia y tuvimos cuatro meses seguidos de sequía. Esto para el trigo fue lo que más afectó a la producción”.

En el sur de la provincia la situación no fue tan grave en relación a la falta de lluvias. Así lo explicó Petrelli, quien forma parte de Agroconsultor (una empresa que hace monitoreo de cultivos extensivos que además desarrolla tecnología propia). 

“Si bien en toda la zona núcleo atravesamos un año Niña, en esta zona tuvimos bastante suerte con las precipitaciones. Aunque desde fin de mayo a fin de agosto no llovió, los trigos aguantaron, embocamos algunas lluvias a fines del invierno y el rendimiento no se afectó”, dijo el profesional.

Eso llevó a que terminaran con muy buenos rendimientos de trigo con promedios de entre 4500 y hasta 6000 kilos. Tampoco resultaron muy afectados por las enfermedades y la campaña fue “bastante tranquila”.

Maíz en el sur: muy bien el de primera, en veremos el de segunda

Petrelli explicó que en el extremo sur de la provincia de Santa Fe el 90% del maíz se hace temprano ya que se prioriza el agua útil que suele caer en septiembre para la siembra y así no resignar potencial de rendimiento. “Sólo hacemos maíz tardío si en septiembre no hay nada de agua en el suelo”, puntualizó. 

Según el especialista los rindes potenciales en la zona están en un rango que va de muy bueno a excelente gracias a lluvias oportunas para el maíz en fecha de siembra temprana, en torno a mediados de septiembre. “Recibimos lluvias y no hubo estrés térmico, algo que es clave para la polinización del maíz”.

En relación a las enfermedades explicó que la campaña estuvo en el promedio de los diez últimos años, con un 50% de lotes aplicados por enfermedades con foco principal en la roya. Como característica del ciclo 20/21, subrayó que la enfermedad apareció tarde, en su momento límite. 

Las malezas en el maíz de primera fueron sobre todo las gramíneas anuales como eleusine, rama negra, algo de raigrass y yuyo colorado, que suele aparecer a fin de septiembre. 

Para el maíz tardío y de segunda el ingeniero agrónomo informó que “venían bien por lluvias de diciembre y enero” pero la seca de febrero sumó un estrés térmico importante que coincide con la floración, que muy probablemente termine resignando los potenciales de crecimiento.

En lo relativo a las enfermedades se hicieron aplicaciones en un alto porcentaje de los lotes por roya, con mayor presión sobre los maíces tardíos. También hubo aplicaciones por cogollero, pero con menor presión que la campaña pasada.

Bolillera al ataque 

Dalmagro relató que en la zona donde trabaja tanto en soja como en maíz hubo ataques tempranos de una larva de una especie que llaman “siete de oro”. “El adulto no genera daño, pero la larva en la primavera si, así ocurrió en soja y un poco menos en maíz. Hace algunas heridas porque se alimenta del tallo y permite el ingreso de patógenos”.

Para la soja la plaga más destacada fue la bolillera, con reportes de trampa de luz desde la primavera a partir del mes de octubre. El experto detalló que ya con soja de dos o tres hojas comenzó el ataque más importante cortando los brotes, lo que si bien no generó una pérdida (la soja puede rebrotar) sí alteró la arquitectura normal de la planta, que se pierde y se retrasa en su desarrollo mostrando una planta deformada y muy ramificada hacia los costados.

Dalmagro detalló que hubo controles durante mediados de diciembre y en ese momento observaron que el ataque era importante y que era clave recurrir a productos “que controlaran bien”. “Usamos un producto comercial muy específico y conocido que normalmente demora un par de días hasta que termina de controlar”.

El problema fue que, en este ciclo de sequía, se tardó entre tres a cinco días, lo que generó que la plaga siguiera actuando y aparezcan cortes y deformaciones en las plantas que todavía pueden observarse. Esta situación llevó a los profesionales a repreguntarse la manera en la que se hacen los controles de la soja de primera.

“A mitad de enero, todavía en plena sequia antes de las lluvias, las poblaciones se mantenían en niveles elevados. Teníamos a la soja formando chaucha y en ese estadío la plaga se alimenta de los granitos en formación y las pérdidas pueden ser muy grandes” relató Dalmagro, quien agregó que en ese momento decidieron hacer controles en condiciones de extrema sequía y muy baja humedad relativa.

“En mi caso detecté muchísimas fallas en esos controles, no tanto por el producto o la plaga sino por las malas condiciones a la hora de aplicar, pero era lo que había y era necesario hacer las aplicaciones, que no funcionaron tan bien. Controles que luego de la lluvia se tuvieron que volver a hacer”.

Dalmagro relató que en el caso de la soja de segunda las plagas también entraron muy temprano y con mucha población, lo que exige muchos controles desde muy temprano. En ese punto recordó que la soja de segunda se sembró más tarde de lo normal por las lluvias que hubo en diciembre, y que eso llevó a que a mediados de enero ya hubieran hecho un par de aplicaciones. 

“Al día de hoy en soja de primera son contados los lotes con ingreso de chinche o necesidad de control, ya que por ahora vemos poblaciones bajas o especies no tan dañinas. Con sojas que llegan a R6 con el grano dentro de la chaucha en máximo tamaño el potencial de perdida por chinche disminuye. En soja de segunda estamos haciendo controles, ya que es más susceptible porque sigue en formación”.

Sequía, plagas y rindes en el sur

En el sur provincial la soja de primera venía con rindes muy buenos que empeoraron después de febrero tras un mes entero sin lluvia. Así lo explicó Petrelli, quien señaló que las más perjudicadas serán las que se sembraron más tarde ya que la seca las encontró en pleno llenado de granos. “A las sojas más tempranas la sequía las agarró en el final del llenado de granos y no resignarán tanto potencial”. 

En otro orden, puntualizó que se aplicó sobre un 80 a 90% de la superficie, y que hubo un poco más de ataques de bolillera que en campañas anteriores, pero no con la magnitud de los ataques en otras zonas de la provincia. “Podemos decir que es una campaña tranquila, también para chinche que, si bien apareció temprano en estadios vegetativos, los valores nunca crecieron”. En relación a la plaga más importante en esa zona, que es la isoca medidora, los picos -habitualmente durante la segunda quincena de enero- este año se desplazaron a febrero, sin grandes daños. “Las plagas del momento son trips y arañuela, dos plagas asociadas a las condiciones de estrés hídrico y falta de agua”. Por el lado de las malezas, como curiosidad de la campaña el profesional destacó que hubo bastantes escapes en los controles de colorado y rama negra, más que en años anteriores. 

La soja de segunda es, sobre el final del verano, la mayor preocupación en la zona núcleo, con rindes potenciales que todavía son inciertos. “Venían muy lindas porque se sembraron en diciembre y en enero llovió bien, pero en febrero se clavó la lluvia con altas temperaturas justo en el comienzo del período crítico y eso es muy preocupante” dijo Petrelli.

Trabajar en pandemia 

El ciclo 20/21 habrá comenzado y terminado durante la pandemia de coronavirus. Aunque la producción de granos y cereales nunca se detuvo y desde el principio se consideró una actividad esencial, algunos hábitos de trabajo tuvieron que adaptarse a una situación de emergencia sanitaria global.

Dalmagro contó que por lo general el trabajo del asesor particular “es bastante solitario”, aunque siempre prefiere hacer las recorridas con el productor para poder conversar en el propio campo. “Yo nunca frené las recorridas, somos productores de alimentos y somos prioridad, pero antes lo hacía con mi colega y socio y este año él no lo pudo hacer. Tratamos de evitar al 100% las juntadas y a las recorridas las hacemos cada uno en su vehículo”.

Las charlas se hicieron y hacen al aire libre y con uso de barbijos, incluso si están en el campo. “He hecho recorridas con productores, pero hubo más contacto telefónico, intentamos minimizar los encuentros personales, pero algunos son necesarios y no se pueden reemplazar. Pero siempre con precauciones y las medidas de cuidado necesarias”.

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