Los problemas actuales de malezas y su contexto
Desde los albores de la agricultura, el hombre percibió la importancia de la interferencia causada por las malezas sobre los cultivos e invirtió cuantiosos recursos y energía en un esfuerzo denodado para combatirlas.
En las últimas décadas el enfoque alternativo más utilizado para solucionar el problema de las malezas consistió en el uso de herbicidas. Su alta eficacia condujo a la idea de la erradicación de malezas, continuamente renovada por el desarrollo de nuevos herbicidas y repetidamente frustrada como consecuencia de la compleja realidad del problema. A pesar de la continua generación y sustitución de diversos herbicidas en las últimas dos décadas, no fue posible erradicar a las malezas sino que por el contrario, se seleccionaron genotipos tolerantes y/o resistentes a los principios activos más utilizados. El desarrollo y uso de los herbicidas fuera de un marco ecológico, queda por lo tanto circunscrito a un enfoque de corto plazo que considera sólo la eliminación de la competencia, sin tener en cuenta la verdadera escala espacio-temporal en la que se produce el proceso de enmalezamiento (Guglielmini et al., 2003). El empleo de herbicidas se limita entonces a la aplicación rutinaria de un agroquímico, sin considerar aspectos de la biología de las malezas ni su integración en programas de manejo que incluyan otras técnicas de control. Así la importancia de las malezas en la región, parece responder a la consolidación de un modelo productivo basado en escasas (o nulas) rotaciones y en una alta dependencia de un número reducido de herbicidas (Vitta et al., 1999).
La elección de estrategias de reducción o de erradicación de malezas en lugar de optar por estrategias de prevención y contención se vio favorecida no sólo por factores tecnológicos como la eficacia de los principios activos y la tecnología de aplicación, sino también por factores económicos y socio-culturales como la disminución de los costos relativos, la escala productiva y los actores involucrados en el proceso de producción (Papa y Tuesca, 2008).
La evolución de los problemas de malezas y su manejo en la región sojera núcleo de Argentina
Resulta interesante analizar la línea de tiempo, referida al manejo de malezas, entre el período inmediato previo a la adopción del cultivo de cultivo de soja y el presente.
En la década del 1960, en lo que actualmente es nuestro núcleo sojero, las producciones predominantes eran trigo, maíz y pasturas con una incidencia relativamente alta de la ganadería; el control de malezas se realizaba empleando unos pocos herbicidas hormonales y labranzas, las que jugaban un rol fundamental en la producción. En la década del 70, a los cultivos anteriores se les comienza a sumar la soja con importancia creciente y se fortalece la secuencias trigo/soja, soja-trigo/soja o soja-trigo/soja-maíz e impulsada por su peso económico se introducen en el mercado algunos herbicidas novedosos, entre los residuales podemos citar al metribuzin y a la trifluralina, este último, como consecuencia de su necesidad de incorporación, aportó significativamente al proceso de degradación de los suelos, herbicidas de contacto como bentazón, acifluorfen, fluoroglicofen, fomesafen, lactofen. En ese período se registraron dos grandes avances en materia de herbicidas, uno fue el correspondiente a los graminicidas selectivos postemergentes como diclofop, fenoxaprop, haloxifop, etc. y en el año 1976 se comienza a comercializar en Argentina el glifosato; los tratamientos herbicidas de postemergencia se complementaban con escardas posteriores; en esa etapa se destacaban como malezas problema, entre otras, el yuyo colorado (Amaranthus quitensis), la quínoa (Chenopodium album), el chamico (Datura ferox), el cebollín o coquito (Cyperus rotundus) y el sorgo de Alepo (Sorghum halepense), su control era una de las actividades del manejo del cultivo de soja más dificultosas, más costosas, altamente dependiente de los conocimientos y los resultados, no siempre permitían satisfacer las expectativas.
En la década de 1980 se produce una verdadera revolución en materia de herbicidas a través del desarrollo de los herbicidas inhibidores de la acetolactato sintasa o simplemente ALS; esta familia de herbicidas que incluye a las imidazolinonas (imazetapir, imazaquín, imazapir), sulfonilureas (clorimurón-etil, metsulfurón metil, halofulfurón), triazolopirimidinas (diclosulam, cloransulam, flumetsulam) y (pirimidiloxitiobenzoatos pyrithiobac-sodium, bispyribac-sodium), caracterizados por poseer alta eficacia, un amplio espectro, adecuada selectividad, poder residual y muy baja toxicidad para animales; si bien no eran económicos, permitieron simplificar significativamente el control de malezas, es así que a partir de la adopción de esta tecnología se comienza a migrar de un esquema de manejo de malezas basado la aplicación de tecnologías de procesos a uno basado en tecnología de insumos; el abuso de estos herbicidas dio lugar, a comienzo de la década de 1990, a la manifestación del primer caso de resistencia registrado en Argentina que correspondió al yuyo colorado (Amaranthus quitensis) resistente a inhibidores de ALS. En esa misma década, conscientes de los serios problemas de degradación de suelos como consecuencia del exceso de labranzas, favorecido por relaciones de precios convenientes y por la disponibilidad de herramientas químicas y mecánicas adecuadas y suficientes, comenzaron a afianzarse los métodos conservacionistas, en especial la siembra directa, a la que el cultivo de soja se adaptó muy bien. Se tornó evidente un cambio sustancial en la flora de malezas con un importante incremento en la abundancia relativa de gramíneas y especies con semillas transportadas por el viento y la disminución de latifoliadas (Puricelli y Tuesca, 1997) como por ejemplo el chamico (Datura ferox).
En 1996 se incorporan al sistema productivo los cultivares de soja tolerantes a glifosato (soja RR) y relacionado con características del herbicida tales como costo relativamente bajo, simplicidad de uso, espectro amplio de control y gran selectividad, la diversidad de herbicidas utilizados comenzó a reducirse. Esta tecnología, contribuyó a la expansión del cultivo de soja hacia áreas donde en el pasado no era factible, así como a la consolidación de un modelo productivo caracterizado por el predominio de los cultivos sin labranza, con una superficie en siembra directa de 19 millones de has durante el período 2004/2005; por las escasas rotaciones con una marcada tendencia al monocultivo de soja con 16,6 millones de has de soja tolerante a glifosato y una relación soja de 1°/maíz de alrededor de 8/1 en 2007/2008, por la elevada dependencia del control químico, con la participación de unos pocos herbicidas prácticamente como opción exclusiva para manejar malezas, con un indiscutible predominio del glifosato y por el régimen de tenencia de la tierra, con una elevada proporción de la superficie agrícola en arrendamiento con contratos de muy corto plazo. La presión de selección ejercida por el conjunto de componentes de este modelo favoreció la manifestación de los problemas actuales de malezas caracterizados como a) malezas duras o de difícil control o tolerantes a los herbicidas disponibles, en especial a glifosato y b) malezas resistentes a herbicidas, en especial a glifosato (Figura 1).
La importancia del manejo integrado de malezas
Frente a la posibilidad de que se manifiesten problemas de tolerancia y/o resistencia a herbicidas, no debemos alarmarnos, sí estar alerta y tener en cuenta que la prevención es la actitud apropiada; así, la implementación técnicas de manejo integrado de malezas contribuyen a lograr ese objetivo y de este modo podemos manejar o retrasar su manifestación puesto que no existe ningún método o estrategia individual que sea totalmente efectiva; en otras palabras, el manejo integrado de malezas va mucho más allá del mero control de malezas sino que se refiere a la integración de diferentes prácticas que, en conjunto, ayudan a reducir la interferencia de las malezas así como a limitar su propagación. La aplicación de esta filosofía aportará, sin lugar a dudas, sostenibilidad al agroecositema.
Entre los componentes del manejo integrado de malezas podemos citar:
- La rotación de cultivos: es una de las prácticas más importantes en un programa de manejo integrado de malezas ya que permite diversificar los modos de acción de los herbicidas empleados y el mejor aprovechamiento de los recursos (agua, luz y nutrientes), favoreciendo así el efecto de la competencia del cultivo sobre la maleza (control cultural); el monocultivo, por el contrario, incrementa la presión de selección sobre las poblaciones y comunidades de malezas.
- La rotación de herbicidas con distintos modos y mecanismos de acción: posibilita incrementar la diversidad dentro del programa de control de malezas; una opción puede ser el uso de combinaciones de herbicidas (secuenciales o en mezclas) con distintos mecanismos de acción, que solapen sus espectros sobre las especies con mayor riesgo de manifestar resistencia, evitando repetir en un mismo año, un tratamiento herbicida simple. El registro de los herbicidas empleados contribuye a evitar abusos y superposiciones. En la actualidad los marbete puede explicitar esa cualidad a través de un código basado en letras.
- El monitoreo de malezas: esta práctica, cuando se realiza correctamente, permite conocer las malezas que afectan a las distintas etapas del proceso productivo. El monitoreo permite identificar las malezas presentes lo cual ayuda a definir qué herbicidas son los más adecuados para el manejo de las comunidades presentes en cada lote, definir la presión de las malezas, conocer la situación histórica de malezas, determinar cuáles son los sectores más problemáticos, identificar los escapes para eliminarlos y evitar su propagación. La destrucción de los escapes puede requerir de tratamientos con mochila y/o controles mecánicos con implementos manuales.
- La aplicación correcta de los herbicidas: este tópico incluye no solo a la tecnología de aplicación apropiada sino también la dosis correcta, el respeto a los registros y marbetes. En la actualidad, un error muy frecuente, es extrapolar la simplicidad de uso del glifosato a otros herbicidas lo que conduce a consecuencias que pueden variar entre la reducción en el control de las malezas hasta el daño significativo al cultivo que se pretende proteger; es importante entonces considerar las exigencias funcionales propias de cada principio activo.
- Tratamientos químicos oportunos: la magnitud de la susceptibilidad de las malezas a los herbicidas no es constante a lo largo de todo su ciclo biológico; en general la susceptibilidad es máxima cuando las plantas son jóvenes, pequeñas y están creciendo activamente; es en ese momento en el que es posible lograr el máximo impacto del tratamiento con las dosis mínimas recomendadas contribuyendo así a la preservación de la salud y el ambiente.
- Sembrar semilla de buena calidad, de origen conocido y libre de propágalos de malezas: el uso de semilla certificada contribuye a cumplir con esta premisa.
- No sembrar sobre malezas vivas: es importante para reducir la interferencia inicial. Para cumplir con este objetivo la clave es un prolijo manejo de las malezas en el barbecho previo. El descuido en esa etapa puede acarrear consecuencias sumamente negativas durante el ciclo del cultivo. Si bien la fecha de siembra es un factor clave para el éxito del cultivo, sus beneficios pueden diluirse por la presencia de malezas vivas o parcialmente controladas en el momento de la siembra
- Selección de arreglos espaciales competitivos: este factor aporta significativamente al control cultural de malezas o control sin labranzas ni herbicidas.
- Limpieza de equipos: la limpieza de las máquinas que ingresan al lote, a fin de eliminar propágulos de malezas transportados. Debe ser una premisa insoslayable, especialmente si la maquinaria proviene de lotes con problemas de resistencia, a fin de evitar la propagación de malezas.
- Planificar las prácticas de manejo: la planificación de las acciones tendientes al manejo de las malezas, permite contar oportunamente con las herramientas de control más adecuadas, incrementa las probabilidades de éxito y reduce los costos de control. Por el contrario, las medidas coyunturales, en general son costosas y los resultados son aleatorios.
- Destrucción de las malezas por medios mecánicos o manual-mecánicos: deben aplicarse con extrema racionalidad y pueden aportar al mejor desempeño de los herbicidas y/o a impedir la generación de órganos de perpetuación.
- Generación de conocimientos y capacitación continua en manejo de malezas de todos los actores participantes del proceso productivos.
El mecanismo de acción de los herbicidas
Los herbicidas son una de las maneras más económica, efectiva y confiable para controlar malezas. Es importante comprender que estos compuestos actúan inhibiendo procesos bioquímicos o vías de biosíntesis específicas de las plantas y su conocimiento es importante a fin de implementar racionalmente un programa de rotación de herbicidas. El Comité de Acción contra la Resistencia a Herbicidas (HRAC por sus siglas en inglés) clasificó los herbicidas en grupos de acuerdo a su mecanismo de acción, empleando letras de la A a la Z (Tabla 1). Estos datos pueden ayudar a evitar la superposición y/o la aplicación un mismo años de herbicidas, quizás diferentes en sus moléculas, pero con un funcionamiento similar (ver Tabla 1).
Consideraciones finales
En los últimos años ha habido una sobrestimación del potencial de la tecnología asociada al uso de glifosato, agravado por el desconocimiento, subutilización o indisponibilidad de otros herbicidas y por la falta de aplicación de otros métodos de control. Se considera que puede prescindirse de información respecto al tipo de especies a controlar, su competitividad, la dinámica de su emergencia, el momento de aplicación y la dosis a utilizar. Esto generó un empleo rutinario de este herbicida aumentado así la presión de selección hacia especies de malezas con alto nivel de tolerancia o aún de resistencia a este principio activo. Estos procesos selectivos obligan la sofisticacón creciente de la tecnología de control de malezas (ej. uso de mezclas de herbicidas, manejo de dosis y momentos de aplicación). Tales refinamientos, en algunos casos, resultan en un grado de complejidad similar al que existía en el período previo a la introducción de la tecnología asociada con el uso intensivo de glifosato.
Existe una idea erronea y muy generalizada que los problemas de malezas van a ser “mágicamente” resueltos por herbicidas con nuevos mecanismos de acción, superadores del glifosato, que “están a punto de salir al mercado” y que permitirán continuar con el modelo productivo actual predominante. En realidad la revolución en materia de herbicidas ya ocurrió entre las décadas de 1970 y 1980 y la magnitud de esa revolución fue tal que sus efectos aún se perciben a través de la introducción en el mercado de variantes en forma de nuevas formulaciones o mezclas comerciales o incluso de moléculas de reciente introducción pero con mecanismos de acción básicamente similares al de los principios activos tradicionales ya existentes. Los avances que se vislumbran en materia de control de malezas posiblemente provendrán del mejoramiento genético y de la biotecnología así como del desarrollo de métodos no químicos los que, de adoptarse y aplicarse en forma racional, armónica y equilibrada incrementarán la diversidad relativa del agroecosistema y por lo tanto su estabilidad y sustentabilidad contribuyendo así a morigerar la manifestación de los problemas aquí enunciados.
Finalmente es importante asumir la realidad que en el contexto actual, a la malezas no las vamos a controlar sólo con el empleo de herbicidas y menos aún con una tecnología química única, simple y universal.
Hoy tenermos una gran diversidad de problemas de malezas sumamente complejos, para cuya solución existe una gran diversidad de alternativas químicas, culturales e incluso mecánicas y cuya adecuada, segura y armónica combinación sigue siendo responsabilidad ineludible del Ingeniero Agrónomo.
Solicitar bibliografía a papa.juan@inta.gob.ar
Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa #101 de la revista Agrovisión Profesional, correspondiente al mes de junio de 2019.