Tres años de sequía y la incertidumbre económica tensionan al máximo los ánimos en el sector agropecuario. Frente a eso, el rol del ingeniero agrónomo es clave.
Tres años seguidos de sequía y una coyuntura económica que nunca termina de estabilizarse aparecen como los mayores obstáculos para el sector agropecuario en la campaña 2022/2023, que terminará -según todos los pronósticos- con fuertes caídas en la producción triguera y con el maíz y la soja también afectados por la escasa presencia de precipitaciones.
Según un informe de diciembre de 2022 de la Bolsa de Comercio de Rosario, “la producción de granos para el 2023 presenta un panorama complejo” con una proyección total de cerca de 82 millones de toneladas para los principales cultivos, contra 100 millones para la anterior campaña. Esto significaría una merma en las exportaciones de granos y derivados de casi 4.000 millones de dólares respecto al ciclo precedente.
A la persistencia de la Niña, que golpea a la región central del país desde hace tres ciclos, se suma un precario equilibrio macroeconómico que asfixia a los productores y quita previsibilidad. En este complicado escenario, el trabajo y la expertise de los ingenieros agrónomos cotizan más que nunca, ya que son los profesionales que cuentan con las herramientas de gestión necesarias para minimizar los riesgos y optimizar las ganancias.
Poca institucionalidad
El ingeniero agrónomo Adrián Barrau (82-2-0174), con amplio recorrido productivo e institucional en el sur de la provincia, dijo que si bien el clima “está jugando una mala pasada” es un riesgo que forma parte del negocio, y los productores lo saben. En su opinión, las mayores dificultades vienen por el lado de las tensiones financieras y la falta de reglas claras en el sector.
“Sin duda el clima juega una pasada, pero sabemos que son parte de las reglas del negocio de ser productor agropecuario. Hay ciclos de inundaciones y de sequías, y ahora vamos por el tercer año consecutivo de una sequia fuerte”, dijo el experto, para quien, si bien los productores suelen ser cauto y tener sus reservas, “es imposible tenerlas para tanto tiempo”.
“En Argentina se alquila el 70% de la tierra agrícola, y eso también afecta porque no se puede decir ‘no sembramos’ porque el dueño del campo tiene que cobrar igual y hay que pagar ese alquiler. El productor está obligado a sembrar si o si y eso también juega” señaló Barrau.
A todo eso le sumó otro componente clave: el desdoblamiento cambiario y la falta de reglas claras y de certezas para el mediano y largo plazo. Insumos de uso diario con valores dolarizados como alambres, agroquímicos y cubiertas, así como el esquema de derechos de exportación presionan financieramente a los actores del sector, según el ingeniero agrónomo. “El estado de ánimo de los productores está complicado, queremos consensuar con las autoridades, pero es difícil, a pesar de todo el productor es una persona de diálogo que solo quiere poder trabajar”.
Falta de reglas claras
Para Barrau es hora de revisar el esquema de derechos de exportación, una herramienta que se ha usado en otros países de manera puntual, pero que en Argentina llegó para quedarse. “Con la oleaginosa estamos arriba del 30%, es una locura. Todo eso hace que financieramente el productor esté ahogado. Si le sumamos el clima, se hace todo muy difícil este año” dijo, para advertir que la merma productiva significará un fuerte descenso del ingreso de divisas.
Para el experto la clave pasa por tener un plan a largo plazo de política hacia el sector acordado en el Congreso que permita “saber cómo va a ser el horizonte para los próximos años”. “Sueño con promocionar la carne en la pradera de la Pampa Húmeda, pero son cosas que se logran con políticas a largo plazo, no son cosas que se piensan para pocos meses o un año”. “Con reglas claras y un cronograma, el productor podría trabajar con otro ánimo, eso es algo que considero como principal”.
En el norte provincial, un escenario complejo
Eladio Rubén Del Fabro es ingeniero agrónomo (MAT 82-3-070) y trabaja como asesor y en comercialización de semillas en la zona de Reconquista. El profesional destacó que el tercer año de “sequía brava complica mucho las actividades agrícolas ganadera” y repasó el avance en los diferentes rubros característicos del norte provincial.
En relación al girasol, que ocupa una parte importante de superficie en los departamentos norteños, se ha cosechado aproximadamente el 50% del área sembrada, con rendimientos bajos por el déficit hídrico y granos muy livianos con materia grasa baja. “Vemos rendimientos de entre 8/10 quintales por hectárea, son bajos, para dar una idea habitualmente en un equipo de camión se cargan entre 28 y 29 toneladas y ahora salen entre 25 y 26”.
Para la siembra de soja, dijo que a principios de enero se llevaba aproximadamente un 40% del área estimada y que incluso a veces está parada por la falta de humedad y los perfiles muy justos, con un final aún incierto para la superficie total. Algo muy parecido ocurre con el maíz tardío, con cero hectárea sembrada a principios de enero.
En la ganadería, otra actividad fuerte en esa región, la campaña también es muy complicada tanto por la falta de agua como por las complicaciones comerciales. “Hay mucha tensión, para los cultivos de reserva no hay nada sembrado y la proyección a futuro viene complicada. Las pasturas ya instaladas están muy sufridas, en feo estado y con muy baja calidad. De encarar siembras nuevas, ni hablar. En resumen, está muy difícil el panorama por tercer año consecutivo, tanto en lo agrícola como en lo ganadero”.
Ante la incertidumbre, el rol del profesional es clave
¿Cómo enfrentar de la mejor manera este escenario? Con más y mejor conocimiento y gestión. “Con este tipo de condiciones lo único que se puede hacer es diversificar los riesgos, el que hace solo agricultura puede diversificar fechas de siembra y variedades. Las técnicas y herramientas han evolucionado mucho y los ingenieros agrónomos son los profesionales por excelencia para escuchar ya que saben cómo minimizar los riegos. En épocas complicadas, la figura del profesional es más importante que nunca”, subrayó Barrau.
Para Del Fabro, los productores que incorporaron gestión y tecnología gracias a la profesionalización de sus campos logran zafar mejor de la actual coyuntura. “La profesionalización del sector en un escenario así hace la diferencia. Se nota por ejemplo en aquellos que incorporaron pasturas megatérmicas, muchos ganaderos vienen subsistiendo a partir de ese recurso”.
“El forraje conservado o silaje también hace una diferencia, ahí también se nota mucho la influencia la actividad profesional. Son aspectos importantes como la rotación de cultivos, el buen manejo y el apoyo profesional para el control de malezas o la elección de materiales híbridos. Ha tomado un gran valor la inclusión de muchos jóvenes profesionales, se nota una clara diferencia”, agregó el experto.