El ingeniero agrónomo José Trombert participó de la elaboración de un material clave para mejorar la productividad del sector.
A modo de un menú con herramientas de gestión para mejorar toda la cadena productiva, la publicación de la guía de Buenas Prácticas Lecheras elaborada por la Red de Buenas Prácticas Agropecuarias busca funcionar como fuente de consulta para productores, asesores, ingenieros agrónomos y todo actor involucrado en el desarrollo del sector.
En su doble rol de miembro del Ciasfe e integrante de la Red, el ingeniero agrónomo José Trombert (Mat. 82-1-0323) le explicó a Agrovisión cómo fue el proceso de armado de la guía y detalló algunos de los grandes temas que incluye el manual, que van desde el cuidado y la capacitación del recurso humano hasta problemáticas más recientes como las de bienestar animal o tratamiento de efluentes.
Consensuar, la consigna principal
Trombert nació en Rosario, donde cursó sus estudios de nivel primario y secundario. Luego se fue a estudiar Agronomía a Esperanza, tras lo cual comenzó su vida laboral: “apenas me recibí hice algunos trabajos en la zona de Venado y luego en Gobernador Crespo, hasta que en 1988 ingresé a la firma Tregar, en la que sigo trabajando aún”. En esa empresa se ocupó de temas relacionados con la producción primaria, el asesoramiento de calidad y cuestiones técnicas hasta aterrizar en una función más comercial. Actualmente es gerente de producción primaria.
Para el especialista la puesta en marcha de las Buenas Prácticas es una cuestión que se generalizó en todos los ámbitos productivos, no sólo en el mundo agropecuario. En la lechería, si bien ya existían normas y algunas “check-list” desde la Red de Buenas Prácticas decidieron crear una comisión específica sobre el tema “para apuntalar a toda la gente que trabaja en esto en distintos ámbitos del país”. En ese punto Trombert aclaró que ejerce una doble representación: por un lado, representa al Centro de la Industria Lechera, y por el otro, al Ciasfe. Según agregó, en la Red participan también otras instituciones como el Inta y Universidades de distintas provincias armando un conjunto de gente “de diferentes contextos pero que trabajan sobre lo mismo”.
“La idea base fue unificar un criterio antes de empezar a trabajar en la guía. Comenzamos con una reunión mensual y cuando empezó la pandemia empezamos con la virtualidad. Creo que fue bueno porque nos permitió ahorrar tiempo, distancia, recursos y cansancio sin perder el buen ritmo”, dijo. Tras más de 30 reuniones elaboraron una guía entre todas las instituciones, se redactó y se ilustró para luego compilarse y publicarse. “Este trabajo es una guía de BP disponible para los colegas, los productores y todos los actores del ámbito de la lechería. Es perfeccionable y debe actualizarse de forma periódica. Ahora toca su instrumentación y bajarla a tierra para que los productores la adopten”, dijo el experto.
El factor humano, clave
El manual cuenta con varios capítulos que abordan temas como instalaciones de ordeño, sanidad y reproducción, rutina de ordeño, nutrición, bienestar animal, manejo de efluentes y por supuesto el factor humano, sin el cual no hay posibilidad de desarrollar ninguno de los otros.
Para Trombert se trata de una variable muy compleja ya que “cuesta cada vez más conseguir gente capacitada” por diferentes motivos que van desde la falta de infraestructura necesaria para el trabajo en la lechería hasta falta de capacitación. “Es un trabajo que se ha ido tecnificando mucho y requiere un grado importante de profesionalización. Para conseguir gente hay que poder ofrecer acceso a internet, buenas rutas y escuelas para los hijos. Sin infraestructura nadie quiere ir al campo”, explicó el profesional, según quien “todos los gobiernos declaman, pero ninguno se encarga de hacer el trabajo”.
El acceso a la educación para la familia, las condiciones adecuadas de vida los tamberos dentro del predio y su propia formación son importantes. “El cuidado del recurso humano es todo un tema en sí mismo, hay instituciones que lo trabajan mucho como CREA, que participa de la Red y que lo tomó como una cuestión central”, subrayó el ingeniero agrónomo.
Bienestar animal y alimentación, en la agenda
Otro de los ejes temáticos que estructuran el contenido de la guía tiene que ver con el bienestar, una problemática “recién llegada” que se volvió prioritaria a la hora de hablar de una buena gestión de la lechería. “Hay una encuesta del Inta Rafaela que señala que solamente el 9% de los tambos encuestados tenía sombra en el corral” ilustró Trombert.
La posibilidad de contar con sombra y con agua de rociado para refrescar a los animales son ejemplos de buenas prácticas para mejorar el bienestar de los animales. Esto, según el experto, también tiene que ver con el buen trato en la manga, con el arreo desde el potrero hasta el campo, con el buen estado de los callejones, los sistemas de ventilación y el control de parásitos, entre otras cosas.
“El bienestar animal es un tema de reciente aparición, hace apenas seis o siete años que se habla de esto, así como ocurre por ejemplo con el tratamiento de efluentes. Son normativas que de a poco se vienen, que son necesarias, por eso también sabemos que la guía va a requerir de actualizaciones de manera periódica”, agregó el profesional.
Por supuesto, la alimentación es otro paso clave para mejorar la producción y los criterios de bienestar animal. Esto significa garantizar el acceso de las vacas a agua en cantidad y calidad, un punto fundamental a la hora de hablar de bienestar. “Se discutió mucho sobre el concepto de agua y primó la idea de agua segura, que es aquella que garantiza una calidad propia para el consumo, que no está contaminada microbiológicamente ni tiene arsénico ni sales minerales en exceso”, dijo Trombert.
Manejo sanitario
Otro concepto central para optimizar la producción lechera es el de manejo sanitario, que consiste en identificar los riesgos en cada categoría, cuantificarlos y prevenirlos. Para eso es importante considerar la adaptación de acuerdo al clima, región, condición sanitaria zonal, normativa vigente, escala y sistema de producción, entre otras cosas.
“El buen manejo sanitario es algo excluyente, porque podés tener todo bien en el tambo, pero en 2021 no es aceptable que un establecimiento no esté libre de algunas enfermedades del tipo de las zoonosis, que también afectan al ser humano. Hoy no es posible que se admita que un tambo pueda contagiar a las personas que trabajan allí o a gente que está en contacto como los veterinarios o aquellos que manipulan productos y animales, incluidos por supuesto los ingenieros agrónomos”.
A las enfermedades tradicionales como la brucelosis se le han sumado otras nuevas como la leucosis, que está presente en muchos tambos y que, según señaló Trombert, “todavía no tiene un plan nacional de erradicación”. “Hoy aparecen barreras en el comercio internacional que obligan a luchar contra estas enfermedades no sólo por lo sanitario sino también porque así lo determinan los mercados. La sanidad es sin duda uno de los capítulos principales de la guía”, puntualizó.
Cambiar el chip
¿Cuán internalizado tienen los productores la necesidad de trabajar con normativas ajustadas a las buenas prácticas? Según Trombert, si bien hay muchas diferencias y es difícil generalizar, a una porción significativa de los productores todavía le cuesta entender los beneficios de hacer las cosas de manera protocolizada.
“Creo que es necesario un incentivo porque casi siempre todo funciona de esta manera en casos como este. Hay industrias que premian la implementación de las buenas prácticas con una bonificación en la liquidación de la leche, y creo que medidas como esta pueden ser fundamentales a la hora de promover el cumplimiento de estas normas”, argumentó.
Además, Trombert dijo que al menos en la lechería llevar adelante este tipo de mejoras para lograr una producción más eficiente y sustentable “no requiere un grado de inversión importante”. “Este es un gran punto a favor para los productores, se trata de gastos chicos que se pueden enfrentar sin mucha dificultad por lo que se trata, sobre todo, de una cuestión de formación o educación que puede ser alentado por una bonificación en el producto final que se compra. Es una simbiosis, es algo que le viene bien el productor y a la industria también”.
Una enorme ventana laboral
En una provincia como Santa Fe, que alberga una de las cuencas lecheras más importantes del mundo, la posibilidad de trabajar en ese rubro es clara para los profesionales formados en la ingeniería agronómica.
Así lo señaló Trombert, para quien la ventana laboral que ofrece el sector “es enorme”. “En el centro de Santa Fe debemos ser no menos de 400 colegas que trabajamos en lechería sea de forma directa o indirectamente. Muchos profesionales son asesores y trabajan con fitosanitarios ya que casi siempre donde hay tambo hay agricultura también, casi todos los tambos son mixtos”, dijo, para agregar que a eso hay que sumarle aquellos que trabajan en las industrias lácteas, en organismos estatales como el Senasa, en universidades haciendo investigación o extensión relacionadas con la lechería y finalmente en la parte comercial vendiendo insumos o maquinaria para el sector.