Actualidad

“Los suelos no son un recurso, sino un bien común natural”

El ingeniero agrónomo Sergio Montico es experto en suelos y destacó la necesidad de una formación profesional que permita una visión integral de su gestión.

El cuidado del suelo es hoy objeto de estudio y de análisis no sólo desde lo productivo, sino también desde lo económico y desde una mirada más cercana a lo socioambiental. Poder recuperar la parte del territorio que se ha ido degradando por malas prácticas y ser capaz de ofrecer soluciones de gestión son acciones que deben entrar en la grilla de opciones de los profesionales de la ingeniería agronómica, según la opinión de Sergio Montico (MAT 82-2-0636), docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario. En esta entrevista con Agrovisión, desgranó conceptos y definiciones en torno a una gestión más sustentable de este “bien común natural”.

¿Cómo se piensa o debería pensarse, en la actualidad, la gestión de los suelos?

El suelo dejó de ser visto como un recurso natural para comenzar a verse como un bien común natural, ese es el concepto sobre el cual se trabaja a la hora de hablar de gestión. Yo también lo veo como un recurso ambiental, no termina siendo un insumo sino parte de un proceso de gestión ambiental integrado a un sistema de producción, en el cual el suelo forma parte de un todo. El suelo participa de ese contexto, por eso su gestión aplica bien a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Esto debería formar parte de la agenda social y política de toda sociedad y en Argentina no deberíamos ser la excepción. Ciertamente, es hora de instalar el concepto del suelo como un bien común fundamental para los sistemas agroalimentarios, sean agrícolas, mixtos o silvopastoriles, para que gane fuerza la idea del alimento que sea sano y tengamos esa garantía de avanzar tanto en la seguridad como en la soberanía alimentaria. Hay que incorporar la gestión del suelo en los distintos niveles de gobernanza, y eso es todo un desafío.

¿Cuál es, en líneas generales, el estado de los suelos en una provincia productiva como Santa Fe?

Lo primero que hay que reconocer es que estamos en una situación compleja y delicada, porque los suelos están degradados y siguen degradándose. En la provincia de Santa Fe tenemos procesos de erosión hídrica, de salinización, otros vinculados a la pérdida de biodiversidad de los suelos, también tenemos problemas físicos y químicos varios. Por eso reconocemos que hay una fuerte degradación de nuestros suelos, y entonces en la agenda aparece la necesidad y la urgencia de gestionarlos con prácticas tecnológicas que sean sustentables. Entre las más reconocidas están las rotaciones, los cultivos de cobertura, la fertilización balanceada, la incorporación de labranzas especiales, y las enmiendas tanto orgánicas como cálcicas, cuando haga falta.

¿Qué papel le toca al ingeniero agrónomo en esta agenda?

El profesional aparece ligado a lo que es la figura del diagnóstico, algo clave frente a los desafíos de la actualidad. Ahí es donde el ingeniero agrónomo tiene que reperfilar fuertemente su performance profesional para poder aprender o mejorar su posibilidad de hacer un diagnóstico integrado, que es una visión clínica de la agronomía donde, a partir de la utilización de muchas metodologías, el profesional puede hoy llegar a un muy buen diagnóstico teniendo en cuenta el tipo de suelo, la escala de producción, los esquemas posibles y las tecnologías novedosas. Todo esto permite ahorrar insumos y usar mejor los recursos. Ese diagnóstico integrado, en definitiva, tiene que ver con asociar el manejo del suelo con la agricultura por ambiente, que excede al lote para ver algo más grande. El ingeniero agrónomo tiene mucho para aportar ahí.

La formación permanente aparece como algo impostergable para el profesional…

Es que capacitarse en exterpise de diagnóstico integrado es casi un deber hoy, hay que reconocer que la producción requiere una visión desde la complejidad y desde el enfoque sistémico. Hoy más que nunca hace falta entender el todo y no solo saber usar una tecnología, hay que poder ver los contextos, el conjunto, lo holístico, preparase para entender la complejidad. Hay que poder entender otras opciones productivas como la agroecología, que se apoya en la visión holística y que trata de administrar las tecnologías ancestrales para resolver problemas productivos con un sesgo ambiental y de inclusión social y humanización, con el ser humano adentro del sistema de producción.

¿Qué parte le toca a la formación universitaria en todo esto?

Esa formación profesional integral se hace desde la universidad, los planes de estudios tienen que ser fuertes en eso, en esa comprensión de la complejidad, porque es esa formación la que hace que, luego, se puedan replicar esos saberes en el territorio, ajustándolos a cada realidad. Dentro de las instituciones de formación de profesionales las investigaciones y los trabajos de extensión deben estar orientados a resolver los problemas reales y concretos del sector. Hay investigación básica necesaria, hay otra aplicada, y debe haber otra de adaptación tecnológica para resolver los problemas de suelos, agua, carbono, energía o periurbanos, problemas que necesitan del ingeniero agrónomo como parte de la solución.

El papel del ingeniero agrónomo es fundamental en todo esto…

El ingeniero agrónomo es un profesional que reúne capacidades y competencias ideales para comprender la complejidad del territorio e intervenir de forma estratégica. Necesita capacitarse en la administración de las nuevas tecnologías y poder pensar de forma integral en relación a todos los recursos asociados al suelo, como el agua: no se pueden pensar por separado el manejo de cuencas, napas, escurrimientos o balances hídricos ambientales, todos están asociados al manejo de los suelos. Por eso esta visión integrada tiene que incluir estos otros bienes comunes naturales como el agua.

¿Hay una demanda social en esa agenda?

Yo creo que la comunidad nos pide respuestas a los profesionales y nosotros no se las podemos dar, si no comprendemos la necesidad de actuar con principios éticos ambientales que incorporen a los bienes comunes naturales como necesarios y hacer lograr que el sistema no tenga solamente un sesgo productivista rentístico. La figura del profesional tiene que ser amplia y brindar soluciones, debe poder participar de una excelente producción de soja, así como de un buen sistema agroecológico o trabajar en sistemas mixtos. Esas capacidades dependen también de la formación post graduación, hay una continua obligación de formación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *