La actividad crece en la Provincia, pero aún falta que incorpore Buenas Prácticas Agrícolas. El rol que podrían tener los ingenieros agrónomos en el sector.
La producción hortícola crece y la actividad es escenario de transformaciones productivas, de comercialización y consumo. El censo hortícola del Gran Rosario 2021, que recientemente fue presentado en la exposición nacional ExpHortar que se realizó en la localidad de General Lagos, dio cuenta de que se trata de un sector en expansión, pero que requiere profesionalización.
Las cifras pusieron en evidencia la dinámica que tiene la actividad. Se relevó, por ejemplo, un 18% más de superficie que en 2012 y un 17% más de productores, la aparición de nuevos productos como el kale y un crecimiento en superficie de los cultivos de industria, detalla el trabajo realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), la facultad de Ciencias Agrarias y los municipios y comunas de la región productiva, que tuvo como autores a los ingenieros agrónomos María Cristina Mondino (MAT 82-2-0442), Rodolfo Grasso (MAT 82-2-0204), David Balaban (MAT 82-2-1499) y Mauricio Ortiz Mackinson (MAT 82-2-0853).
Además, durante ExpHortar 2022 -que fue organizada por un grupo de productores hortícolas del sur de Santa Fe y el Inta y contó con el auspicio del gobierno de Santa Fe, la comuna de General Lagos y la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación- se realizó un encuentro de la mesa nacional frutihortícola donde se expuso una radiografía actualizada del sector. En ese ámbito se puso de relieve la necesidad de contar con control efectivo de las Buenas Prácticas Agrícolas para el sector.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) creó un manual de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) -que está dirigido especialmente al pequeño y mediano productor frutihortícola, pero también al consumidor, que contiene información que va desde la elección del tipo de producción, la cosecha y las tareas posteriores, hasta una introducción a las normas nacionales que regulan la actividad en el país- pero su implementación es bastante dispar. Incluso, cuesta que se cumplen las normativas vigentes. Por eso es clave el rol que pueden aportar los ingenieros agrónomos a la actividad.
Adopción dispar
El ingeniero agrónomo Rodolfo Grasso, jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra Sistemas de Cultivos Intensivos Área Horticultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), contó que la mesa frutihortícola hoy trabaja muy fuerte en BPA y mencionó que en la zona de Gran Rosario -a diferencia de Coronda, por ejemplo, donde hay mucho más profesionalismo por la expansión de la frutilla- la adopción es dispar porque “el sector no siente la necesidad de implementarlo”.
El cinturón hortícola de Rosario tiene una larga tradición productiva, con buenas condiciones agroecológicas y cercanía a un mercado de dos millones de consumidores. Se extiende desde Granadero Baigorria al límite sur de la provincia, y desde el río Paraná hasta Soldini. Aunque hay productores fuera de ese límite que envían la mercadería a Rosario y son considerados parte de este ecosistema.
“El mercado para los ingenieros agrónomos está totalmente abierto, para ejercer. Pero el productor no siente la necesidad de implementar las BPA, no ve los beneficios que les puede aportar a su producto”, relató el formador de formadores, ya que desde la facultad brinda capacitaciones junto a Senasa.
Grasso manifestó que una de las trabas para la implementación de las buenas prácticas agrícolas es que se trata de un sector muy informal y que los organismos encargados del control no tienen un verdadero poder de policía. “La normativa está, pero no se aplica mucho”, indicó y agregó que sólo se cumple a rajatabla con los requerimientos para el traslado interprovincial, por los controles en la ruta.
Una cuestión importante en el sector es que el productor no siente que con buenas prácticas va a tener un producto diferenciado o que el mercado va a pagar más. “Se valoriza determinada marca que ya está impuesta, que saben que tienen calidad esos productos. Suponete que vos tenés una quinta, María Aguado, y sabemos que María Aguado hace años que viene siendo la mejor rúcula. Le siguen comprando porque saben que hace esa calidad. El mercado valoriza su apellido porque hacen calidad desde hace años, pero no porque hagan buenas prácticas. Es muy posible que se cumplan algunos puntos de las buenas prácticas porque está dentro de su forma de trabajar, o no”, explicó.
Grasso contó que cuesta que los productores hortícolas se sumen a las capacitaciones que brindan desde la Facultad junto a Inta porque no son obligatorias. “Hay mucha gente que no hace nada porque no encuentra la diferencia de hacerla o no hacerla, es más, pasa a ser un problema cumplirlas en algunos casos”, subrayó y agregó que, por ejemplo, “empezar a anotar en un papel las cosa que hace lleva tiempo, es un trabajo más, una cosa más que no estaba acostumbrado a hacer”.
Más y mejor tecnología
Aunque el escenario es complejo, Grasso asegura que el ingeniero agrónomo tiene mucha tecnología para aplicar en una producción hortícola y consideró que la forma de producir podría cambiar si se traccionaran las BPA, al estilo de lo que ocurrió en Europa.
“En su momento el supermercado dijo no te compro más si vos no me decís de dónde sale, quién lo hizo y qué producto aplicaste. Hasta que no suceda eso, hay una cadena muy larga en el sector hortícola, entre el producto y el consumidor final que son los dos que pagan todos los problemas de la cadena. El productor porque recibe menos dinero y el consumidor final porque no sabe lo que está recibiendo o paga mucho más cuando tendría que pagar menos. No es una cuestión de costos, sino que es una cuestión de no conocimiento. Falta profesionalización de la cadena”, resaltó el ingeniero agrónomo.
Aunque las normativas son obligatorias desde 2021, la realidad es otra. Pero Grasso no pierde las esperanzas y asegura que los ingenieros agrónomos pueden llevar adelante el cambio que necesita el sector hortícola. “Lo que necesitamos es alguien que salga y empiece a hacer controles. Después sí, se necesitan ingenieros y en este momento ya hay 10 o 12 ingenieros agrónomos en la región que están capacitados para implementar buenas prácticas hortícolas”, resaltó sobre la tarea que podrían llevar adelante los profesionales y contempla en primer lugar la tecnología de producción para mejor manejo de los fertilizantes, menor manejo de las fechas de siembra, planificación de los cultivos.
El papel de los profesionales
En ese sentido, puntualizó que el objetivo es “no trabajar porque sí” y mantener tecnología que ya están muy bien arraigadas como la provisión de plantines, por ejemplo. O incorporar otras que no son tan difundidas hoy como la incorporación de sistema de riegos más tecnificado, tipo sistema de riego por goteo. “Que el ingeniero agrónomo esté presente en una producción lleva a profesionalizarla mucho más y a tecnificarla mucho más y hacer las cosas con más conciencia, no aplicar productos porque sí, trabajar con monitoreos, por ejemplo. Hay un montón de cosas para hacer, es infinita la incumbencia del ingeniero agrónomo”, destacó Grasso.
Sobre la tendencia mundial a lo orgánico, a que las producciones cuenten con certificados, Grasso dijo que hoy “lo que llaman agroecología está marcada por la fiscalización social” pero que “lo ideal sería pasar a una horticultura orgánica donde la fiscalización es paga y al mismo tiempo se hace responsable de los controles y de que tu mercadería tenga un sello”.
“Está entrando en los mercados ese tipo de mercadería, pero el consumidor final no lo está valorando como realmente tiene que ser. En el mercado hay pera orgánica, hay manzana orgánica, hay duraznos orgánicos y a veces se llegan a tirar porque no se comercializa y no es que tengan un valor diferencial, se le pone el mismo valor. Es otra cuestión. Lo agroecológico lo está haciendo cada productor en base a su propio conocimiento y algunos asesoramientos que están dando vueltas que son buenos. Pero dentro de los controles que hace la Agencia Santafesina encontró en estas quintas también hacen los mismos desvíos que en las otras quintas tradicionales. El censo nos ha dado que el productor se percibe agroecólogo, pero la percepción del ingeniero agrónomo es que no es agroecología”, puntualizó.
Grasso destacó que “hay un mal uso de la tecnología de la agroecología” y agregó que el cultivo orgánico fiscalizado “no crece porque no hay una demanda y hay en la cadena en la que se pierde a veces ese valor que es la trazabilidad”.