De a poco, el debate sobre las formas de producción encontró un espacio que no para de crecer.
Con mucha convicción y mucho conocimiento teórico y práctico, el ingeniero agrónomo Raúl Terrile (MAT 82-2-0565) explica con detalles el camino que la agroecología ha seguido en la región, tanto en la vida de los productores como en la experiencia de los profesionales cercanos al sector. Terrile, quien es el responsable de la comisión de Agroecología del Ciasfe, contó en una extensa charla con Agrovisión el desarrollo de ese paradigma productivo, los avances logrados hasta ahora y los desafíos que quedan por delante, entre los cuáles aparece la formación como instancia clave.
¿Cómo y cuándo llegó el debate sobre la agroecología al Colegio?
Bajo la presidencia de Gastón Huarte comenzamos a trabajar el tema de manera institucional dentro del Colegio y armamos una comisión que estaba presidida por Antonio Latucca. De a poco, fuimos institucionalizando esa línea de trabajo, con muchos debates, pero con una sana convivencia hasta el día de hoy. La Comisión sigue adelante y ahora la coordino yo, seguimos trabajando ahí.
¿Cómo fueron compatibilizando el paradigma agroecológico con el llamado “convencional”?
Ha habido un crecimiento y una maduración en todos los actores del sector para no rivalizar a ver quién gana o quién tiene más razón, sino de compatibilizar. Vimos una preocupación durante las últimas gestiones para encontrar un equilibrio entre producción y sustentabilidad ambiental, por supuesto sin nunca perder de vista la rentabilidad. Hasta hace un tiempo el cuidado del ambiente estaba en un segundo plano, pero hoy hay una clara preocupación por parte del Colegio para considerarlo.
Esto implica una mirada más integral sobre las actividades productivas…
Yo ya había estado trabajando con Yanina Pérez Casella y luego con Marcela Sibuet en el tema de las Buenas Prácticas Agropecuarias (BPA) y siempre me gustó decir que la mejor buena práctica, es la agroecológica. Siempre insistí con eso, porque no se usa agroquímicos y además tiene una mirada más integral sobre las tres dimensiones a tener en cuenta en el sector: la productiva, la ambiental y la social.
¿Puede ser una respuesta a la crisis socioambiental que atraviesa el planeta?
Es un buen momento este para prestar atención a los servicios ambientales que ofrece la agroecología, tanto para la ciudad como para los periurbanos y para las áreas rurales, ya que hoy las crisis ambientales que antes parecían abstractas, están cada vez más expuestas. La agroecología puede ser valorada por sus servicios ambientales y porque está demostrando que puede ser una alternativa productiva integral. Es una respuesta o una opción a las malas experiencias del modelo industrial, que en algunos casos vino con desmanejos reconocidos por los mismos colegas.
En ese marco, la agroecología puede ser considerada como una Buena Práctica Agropecuaria…
Es que en un escenario en el cual en gran medida el desmanejo de los sistemas de producción ha llevado al uso indiscriminado de agroquímicos, en ese camino hacia las BPA la agroecología también tiene un espacio importante. El año pasado expusimos en la red nacional de BPA, donde la agroecología fue valorada como una buena práctica también, y la propia FADIA creó una Comisión de agroecología que ya está funcionando y trabajando junto a la Dirección Nacional de Agroecología. Digamos que desde el Ciasfe hace ya unos años que venimos institucionalizando el tema.
¿Qué cambió para que la agroecología comience a ser discutida en los ámbitos profesionales institucionalizados?
Por una parte, hay una mayor presión social y, en algunos casos, una visión de los ingenieros agrónomos como los malos de la película por haber promovido un modelo que trajo sus consecuencias o sus efectos no deseados. Si solamente buscamos la rentabilidad y nos olvidamos de las consecuencias socioambientales, ya no alcanza para dar una buena respuesta social. Pero estoy en una etapa optimista, creo que hemos emprendido un camino de reflexión y observo a muchos productores e ingenieros agrónomos aún en lo convencional, pero yendo hacia a tecnologías de proceso, de manejo, para empezar a dejar atrás la tecnología de insumos. Cuando se empieza a recrear un paisaje productivo como plantea la agroecología, el productor empieza a ver que es cada vez menos necesario el uso de agroquímicos.
¿Ahí cambia también la percepción sobre el trabajo de los profesionales?
En esa mirada hay un punto de encuentro y se valora de otra forma el trabajo de un ingeniero agrónomo, que ya no es solo alguien que receta un agroquímico, sino un profesional que asesora sobre cómo manejar un sistema de producción complejo. Hubo un camino de simplificación de los sistemas de producción hasta llegar al monocultivo, que se maneja casi con control remoto. La agroecología propone el camino inverso: reconocer que se trata de un sistema complejo y manejarlo como tal, empezar a ver las relaciones entre el suelo, las platas, los animales y las personas.
¿Cuánto incide lo generacional en esto?
Los jóvenes profesionales tienen otra búsqueda, y atado a eso quiero mencionar que la facultad aún nos debe una mejor formación en agroecología, todavía falta trabajar en eso. Ahora se está estudiando la reforma del plan de estudio y muchas materias piden un lugar en la currícula. La carrera fue muy positivista y dentro del modelo agroindustrial, y el plan de estudio sigue esa mirada todavía. Hoy hay una catedra libre de agroecología, es un paso adelante, pero solo depende de la vocación. No debe ser solo una cuestión de militancia. Es otra mirada, otro paradigma que merece tener una materia propia como ya ocurre en La Plata, nos falta dar ese paso en las otras facultades del país, falta el paso de la valoración en el sector académico.