Entrevista

“El ingeniero agrónomo debe ser portador de conocimiento”

Daniel Ninfi, quien vive y trabaja en Correa, formó parte de la vida institucional del Colegio y del cooperativismo en el sur provincial.

Con un largo recorrido profesional y dirigencial, Daniel Ninfi es un ingeniero agrónomo que entiende la profesión desde el servicio y que privilegia, ante todo, el papel del profesional como asesor y actor del conocimiento técnico. Su trabajo dentro del cooperativismo, su papel en la formación y consolidación del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santa Fe y su visión sobre los desafíos de la profesión, en esta entrevista para Agrovisión.

¿Cómo se interesó por la carrera de ingeniería agronómica?

Yo estudié en la facultad que en ese momento funcionaba en Rosario, en lo que se llamaba los tribunales viejos allí en Córdoba y Moreno. Nací en Rosario, mi familia no tenía campo ni nada de eso, soy un citadino. Pero me empezó a interesar el campo porque siempre tuve la expectativa de que se trataba de un sector que iba a acompañar mi desarrollo profesional. Digamos que le puse una ficha a esa idea, y me parece que acerté. Todo mi camino lo construí desde abajo como suele decirse porque nunca tuve campo, no tenía ninguna relación especial con el sector desde lo familiar tampoco. Pero me adapté enseguida, siempre me gustaron los lugares tranquilos y por eso busqué una localidad pequeña, donde si bien tal vez te privas de algunas cosas que ofrece una ciudad, ganás mucho en tranquilidad y en calidad de vida.

¿Cuáles fueron sus comienzos en la profesión?

Cuando todavía estaba en la facultad buscaban un profesional para una cooperativa en la localidad de Correa, me postulé, me tomaron y empecé a trabajar allí. Hace 35 años que trabajo en el movimiento cooperativo. Me recibí en el año 1984, el 3 de diciembre de ese año, y a los 20 días empecé a trabajar en Correa. Como no tenía auto al principio iba y venía en colectivo y al tiempo ya directamente me fui a vivir allí. Eso fue en el año 1986, cuando decidí afianzarme en esa localidad donde sigo viviendo y trabajando al día de hoy. En este derrotero y mientras pasaron los años fui evolucionando, atendiendo a productores particulares además de mi trabajo asesorando en la cooperativa, lo que me ha ayudado a crecer en lo económico. Hoy atiendo unas 2.000 hectáreas, hay muchos productores que han recibido campo sin entender mucho y me los dan para que se los administre, por ejemplo. Ese es un poco, a grandes rasgos, el trabajo que yo hago.

¿Cómo comenzó su trabajo o acercamiento con el Colegio de Ingenieros?

Me acerqué a lo que fue la formación del colegio, un proyecto que en su momento empujaba Santiago Crespo. Recuerdo una reunión en la sede del Inta en Cañada de Gómez. A partir de allí salimos a buscar algunos ingenieros por los departamentos Iriondo y Belgrano y formamos una asociación. Yo tenía ganas de hacer algo, de involucrarme y alguna afinidad por esa actividad y fui electo delegado. Esos fueron mis inicios en el Colegio, del cual llegué a ser presidente unos años más tarde. 

¿Y su trabajo dentro del cooperativimos?

El cooperativismo fue más bien por la circunstancia de trabajar allí, pero yo me volqué más que nada mucho al Colegio y a otras instituciones más ligadas a lo profesional. Participé durante muchos años en la Caja de Previsión Social de los ingenieros, en ese entonces entré como suplente y allí estuve a lo largo de varios años donde hicimos un cambio en el funcionamiento de la caja repotenciando el sanatorio Americano y el instituto González Sabatier. Creo que la virtud que he tenido es que me he manejado siempre en los carriles del profesional, yo hago aportes a la caja de ingenieros y tengo la cobertura de salud ahí también, eso es un caso medio raro. 

¿Por qué cree que no está más masificada la adhesión a la caja entre los profesionales?

Pasa porque en general la profesión nuestra fue ninguneada o disminuida, tenemos un crisol de profesionales donde todo se mezcla porque hay profesionales que tienen campo, otros que se dedican más bien a la venta de insumos y unos pocos que solamente se dedican al asesoramiento. Las ópticas son diferentes y es difícil hacer algo homogéneo con todo eso. Por mi parte solo me dedico a la profesión y siempre he peleado para que estemos un paso más arriba. Eso me ha valido mis buenas discusiones incluso dentro del Colegio, pero igualmente siempre me sentí identificado con la institución. Yo vengo de la época del Consejo de Ingenieros que nucleaba a todos los profesionales y yo ya aportaba allí. Todos los años renuevo contrato de trabajo como cualquier otro profesional, me parece que esa puede ser la diferencia que suelo tener, pero somos pocos en esta situación.

¿Cómo recuerda su paso por la presidencia del Colegio?

Yo iba al Colegio los martes y los jueves, trabajamos mucho por ejemplo con la ley de fitosanitarios, ayudábamos a hacer el control de la gestión de la misma, que los negocios que vendían estuvieran correctamente inscriptos y con un profesional a cargo. Hicimos muchos cursos de capacitación y me dediqué mucho a ese tema. La presidencia del Colegio me tocó en un momento muy difícil, en el año 2001, todo estaba muy revuelto. Yo puse mucho énfasis en los temas administrativos y en acomodar las matrículas atrasadas para no generar nuevas deudas, había un gran problema ahí porque teníamos mucha deuda por recuperar. También armamos la comisión de mujeres porque había muchas colegas que querían participar. En esa época también tuve algunos avatares con una enfermedad y por un tiempo tuve que alejarme un poco y quedarme en mi localidad con mi familia.

¿Qué desafío piensa que tiene la profesión por delante en la actualidad?

Creo que falta profesionalizarla aún más y buscar incluir a más gente tal como ocurre en otras profesiones más claras en ese sentido como la medicina o la abogacía. Veo que por ejemplo en la cooperativa muchos están bajo la forma de empleados de comercio. La legislación nuestra hasta ahora no amerita exigir la obligatoriedad de hacer aportes ni es muy clara desde lo contractual y allí surge un conflicto. Cuando se hizo el estatuto no se puso como algo obligatorio el aporte a la caja de ingenieros y eso nunca se pudo cambiar. Creo que al menos los colegas nuevos deberían ir entrando a la caja, a los viejos siempre es más difícil arriarlos, porque el que tiene negocio aporta como autónomo y no quiere tener un sobre aporte. Pero la caja en ese sentido funciona como una AFJP, es solidaria, por lo que se cobraría igual esa jubilación. De cierta manera la pelea es por los aportes, porque cada actividad debe hacer aportes. Ahí tenemos un problema que en parte es generacional, entramos por la ventana y nunca nos reconocemos como profesionales y entonces quedamos disminuidos frente a esta problemática.

Por lo que menciona, a veces no quedan claras las fronteras de la profesión…

Es que vender, vende cualquiera, lo más difícil es asesorar porque allí uno lo que vende es conocimiento y eso no se construye en un día. Yo me fui formando en el camino, cuando vino la crisis de 2001 empecé con el sistema de atender campos porque la cooperativa tenía productores que le debían y entonces tomábamos el control de una parte de ese campo y el alquiler que se pagaba iba a pagar deuda. Así empecé a producir para la cooperativa. Cuando vino la gran devaluación del gobierno de Eduardo Duhalde era un negocio redondo producir en el campo y ahí empezó a funcionar todo mejor. Considero que he tenido suerte, siempre he salido a buscar al cliente hasta poder generar un vínculo.

¿Cuánto ha cambiado el escenario del sector en los últimos años?

El negocio ha cambiado mucho, por ejemplo, se venden servicios a través del monitoreo, hay mucha gente que trabaja en ese rubro. Nuestra profesión casi no tiene leyes de obligatoriedad, salvo fitosanitarios y un poco en semillas donde hace falta un director técnico, pero no hay demasiado que sea obligatorio, todo es muy liberal. Los productores pueden producir mal o bien, pero pueden producir, no tienen la obligación de apelar a un profesional. Creo que esto puede empezar a cambiar tal vez desde las exigencias ambientales, puede haber un camino nuevo allí y puede ser que en ese rubro hagan falta ingenieros agrónomos sí o sí. También podría haber un negocio interesante si se genera una obligación para habilitar maquinarias, eso podría generar trabajo particular. Creo que el gran desafío que tiene por delante el Colegio es separar las aguas entre aquellos que son productores por un lado y asesores por otro lado, porque el productor estudia pero ante todo está abocado a su campo, no vende servicios, usa su conocimiento para sí mismo. El ingeniero debe vivir del conocimiento y los servicios que puede prestar. Esa es mi idea, aunque a veces no encuentro demasiado eco.

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