Con algunas precauciones extra en la movilidad y en el contacto entre profesionales, el sector trabaja casi de manera normal a pesar de la cuarentena.
La pandemia de coronavirus alteró los ritmos sociales y productivos en todo el planeta en los últimos meses. En Argentina el Aspo (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio) impactó en todos los sectores, aunque algunos -entre los cuales está el agropecuario- pudieron continuar con sus tareas aún durante las primeras semanas de la cuarentena, que fueron las más estrictas en la provincia de Santa Fe.
El aislamiento decidido desde el gobierno nacional coincidió con el final de la cosecha y el inicio de la siembra de los cultivos de invierno, y si bien todo el sector pudo trabajar casi con normalidad alteró algunos hábitos de los ingenieros agrónomos en el terreno, que se vieron obligados a desarrollar sus tareas en solitario, con problemas para desplazarse por las rutas y con la sensación de temor que, en menor o mayor medida, afectó y sigue afectando a toda la población.
Una cosecha casi normal
Eduardo Cantoia es asesor extensionista y productor agropecuario a pequeña escala. Con muchos años de experiencia y un gusto especial por la observación “de los pequeños detalles”, compartió su mirada sobre la cosecha y la siembra en período de pandemia y cuarentena en Argentina.
“Personalmente tengo más gastos y menos comunicación personal con las empresas, porque eso pasó a modo virtual. Sin intercambio personal surgen más interrogantes y más confusiones, es más difícil tomar buenas decisiones” dijo.
En líneas generales, consideró que la cosecha pudo hacerse de manera normal, con un trabajo casi sin alteraciones por parte de los transportistas de granos y algunas medidas de protección extra más que nada en cooperativas y acopios por ejemplo a la hora de ingresar a las oficinas. “El grueso de la cosecha se hizo cuando el tema de la pandemia y las restricciones recién estaba empezando y casi no alteró nada, me animo a decir que en un 95% la operatoria y el trabajo se desarrolló como otros años”, explicó el experto.
En ese punto, el especialista destacó que el sector “es privilegiado” ya que los profesionales que no trabajan en investigación y están en el territorio “pueden seguir saliendo al aire libre” ya que la actividad no se interrumpió nunca.
Para el ingeniero agrónomo Armando Ferruzzi, que tiene un pequeño campo, asesora y además es docente en la escuela secundaria agrotécnica de Venado Tuerto “el trabajo directo mucho no cambió mucho salvo que ahora estoy mucho más solo y con horarios diferentes”
“Igualmente comparado con otras actividades se pudo hacer todo de forma prácticamente normal. En general en el campo nunca se junta mucha gente, tenemos una actividad que nos permite andar y circular. En la ciudad hay que cuidarse más”, resumió.
La siembra, con algunas precauciones
A diferencia de la cosecha gruesa, que ocupa los primeros meses del año, la siembra de la campaña de invierno está coincidiendo a pleno con el desarrollo de la pandemia de coronavirus en las diferentes regiones de Argentina.
La recomendación por parte de las autoridades sanitarias de evitar los contactos personales, mantener distancia de resguardo y limitar los desplazamientos a las tareas esenciales alteró en ese sentido la manera de trabajar de Cantoia, quien _hasta antes de la pandemia_ tenía como hábito recorrer los campos acompañado de personal de la empresa a cargo para intercambiar opiniones y generar un conocimiento compartido sobre la mejor manera de encarar el trabajo agronómico.
“No me gusta tomar decisiones en soledad porque creo en el trabajo en equipo para poder acordar las mejores decisiones operativas. En ese punto la pandemia generó una dificultad porque ahora me toca recorrer los campos en soledad, y eso se traduce en una menor comunicación con la gente de las empresas para explicar algunas cosas”, relató el ingeniero agrónomo.
Menos contacto, menos comunicación
“La comunicación a nivel lote, eso se perdió por el momento”. Así resumió Cantoia uno de los cambios que la irrupción de un virus desconocido hasta hace pocos meses introdujo en el trabajo en el campo. “Que mi interlocutor sea el dueño del campo, el hijo, el empleado o el encargado no cambiaba la manera de trabajar, que era en conjunto. Ese contacto que se daba en la recorrida del lote se perdió, al menos por el momento”, detalló.
Una visión muy parecida tiene Ferruzzi. Desde su registro personal, dentro de una actividad casi normal algunas conductas cambiaron: extremar los cuidados higiénicos, cambios de horarios y rutinas y, sobre todo, tener “que andar solo en el campo”. “Antes siempre nos juntábamos entre varios y ahora me vuelvo con el equipo de mate sin usar al no poder convidar” contó.
Por su parte Ferruzzi agregó que a nivel asesoría el trabajo casi no se modificó, aunque su participación en algunos espacios institucionales como el Ciasfe y su labor docente pasaron a modo virtual. “En cierto modo el teletrabajo puede ayudar a usar mejor el tiempo y en ese sentido hasta puedo verse como un beneficio”, razonó.
La movilidad, más complicada
Con la idea rondando de que la movilidad de las personas puede vehiculizar el movimiento del virus, el traslado entre lugares incluso cercanos geográficamente sumó dificultades, al asumir muchas comunas o localidades que el paso de camiones u otros vehículos podía poner en riesgo poblaciones poco o nada afectadas por un virus que se ensañó más que nada contra las grandes ciudades.
Los trabajos que para los ingenieros agrónomos implicaban distancias largas o pasar por muchos pueblos se hicieron más tediosos y complicados por la multiplicación de controles de tráfico y las demoras para transitar. “Hay muchos controles en rutas en localidades y pueblos por lo que intento evitar los trayectos largos o tomar caminos de tierra o alternativos. Hoy salir de la provincia es un incordio y he dejado de lado algunos trabajos”, relató Cantoia, quien agregó que eso significa alrededor de un 10 o 15 por ciento de facturación menos que los meses de normalidad.
Ferruzzi coincidió en resaltar a la movilidad como uno de los aspectos que más sufrió las nuevas disposiciones de la cuarentena: “en cada localidad te fumigan, te bajan, te toman los datos, te piden los permisos, el traslado en general se volvió más engorroso y los primeros días ni siquiera se sabía bien con qué papel había que viajar”. Un problema más evidente en las localidades cercanas a provincias vecinas como Córdoba y Buenos Aires.
Por otra parte, el trabajo “en solitario” también sumó costos en insumos como combustibles, al tener que realizar el ingeniero agrónomo por su cuenta recorridas o trayectos que antes podían compartirse o corrían por cuenta de las empresas, según relató Cantoia.
Insumos, sin grandes problemas (por ahora)
En relación al suministro de insumos clave para la producción agropecuaria, Cantoia resaltó que aparecieron algunas dificultades o retrasos puntuales, pero que en general no hubo problemas. Por ejemplo, destacó que el flujo y movimiento el sector relacionado con la maquinaria agrícola “es normal”.
“Algunas empresas de insumos o cooperativas montaron una especie de guardia técnica con horarios reducidos, lo que en algunos casos pudo demorar un poco más de lo habitual la compra de un producto, pero el suministro no se interrumpió nunca”, señaló.
En relación a los insumos importados, destacó que si algún producto no se consigue o tiene tiempos de entrega demasiado largos puede reemplazarse con otros de producción nacional. “En la mayoría de los campos que asesoro los insumos necesarios estuvieron llegando en tiempo y forma, de manera prácticamente normal”, relató.
De igual manera opinó Ferruzzi, quien ratificó que hasta ahora todo está relativamente normal aunque vaticinó que en las próximas semanas pueden empezar a aparecer faltantes ya que mucha mercadería ha quedado bloqueada en aduana o en barcos. “Hay insumos comunes que están demorados, herbicidas por ejemplo. Los que se fabrican acá también empiezan a demorarse porque los activos llegan desde afuera. Hasta ahora zafamos con el stock de distribuidoras y empresas, pero si no se agiliza pueden empezar a aparecer demoras más importantes”, destacó.
El miedo, un invitado indeseado
A pesar de las precauciones, siempre existe el temor de contagio o de poder contagiar a alguien cercano. Un sentimiento que termina calando tanto en el ánimo como en el cuerpo a medida que pasan las semanas.
Así lo reconoció Cantoia: “no trabajo tranquilo, a veces hay que compartir con encargados o entrar en contacto con otras personas, no mucho pero siempre existe esa posibilidad. Y la realidad es que nadie está con todas las luces cuando hay un temor dando vuelta, todo es mucho más cansador. Trabajo menos pero me siento más cansado que antes, y me parece que es la huella del temor lo que aparece en el cuerpo”.